THOMAS SYDENHAM (1624 - 1689)
| Podemos afirmar que la patología moderna se constituyó cuando las observaciones clínicas objetivas e independientes de prejuicios teóricos se convirtieron en su fundamento de modo consciente y sistemático. A esta tarea constribuyó de forma decisiva el clínico inglés Thomas Sydenham. |
Sydenham fue gran amigo de Robert Boyle, que le recomendó el estudio clínico de las epidemias de Londres y que dio como fruto un libro publicado en 1666 con el título de Methodus curandis Febres. Su notoriedad llegó a oídos de John Locke en Oxford; cuando éste fue trasladado a Londres entabló una fuerte amistad con Sydenham, que le acompañaba todos los días en su visita médica impresionado por su excelente práctica. Desde los treinta años padeció de gota y, en edad más avanzada, de litiasis urinaria. Murió en 1689 a los dos años de recibir el grado de doctor en la Universidad de Cambridge, donde había estudiado uno de sus hijos. Fue enterrado en la Abadía de Westminster.
Sydenham, quien recomendaba la lectura del Quijote, era un insatisfecho con la medicina de su tiempo, una mezcla -como señala Laín- de galenismo residual, iatromecánica y iatroquímica. Decía que los cultivadores de esa medicina se alejaban de la experiencia clínica y asignaban a las enfermedades "fenómenos que jamás han acontecido, como no sea en su propio cerebro". Quería -sigue diciendo Laín- como Descartes, "notitia clara ac distinta" de la realidad; y como Bacon, un saber exclusivamente basado en la experiencia. Por ello postuló el retorno al hipocratismo, al contacto ingenuo, inmediato y constante con la realidad del enfermo, tal como ésta se ofrece a los sentidos.
El programa de Sydenham pretendía "exponer con nitidez los fenómenos de cada enfermedad, sin fundarlos en hipótesis alguna ni reunirlos de manera forzada".
Reunió su amplia experiencia clínica en el libro Observationes medicae (1676) en cuyo prólogo expuso un programa para construir una nueva patología basado en la descripción de todas las enfermedades "tan gráfica y natural como sea posible" ordenando los casos de la experiencia clínica en especies igual que hacían los botánicos.
Sydenham insistió en la necesidad de apartarse de los prejuicios teóricos cuando se observaba a los enfermos, ateniéndose a los fenómenos que pueden ser recogidos y separando claramente los síntomas principales (peculiares de cada especie morbosa y que se presentan de forma constante en todos los enfermos que la padecen) de los síntomas secundarios o accidentales (que dependen de circunstancias concretas como el tratamiento que han recibido, la edad del enfermo, su estado general, etc.).
La patología de Galeno definía los modos de enfermar según la íntima consistencia fisiopatológica del transtorno morboso; algo parecido consideraron los aitroquímicos y los iatromecánicos del siglo XVII.
Sydenham, en cambio, propuso una nosografía y una nosotaxia completamente empíricas, atenidas exclusivamente a lo que los sentidos del clínico puedan percibir en el cuerpo del enfermo.
Sydenham no se quedó en el nivel teórico sino que personalmente comenzó a hacer realidad su programa. Publicó descripciones nosográficas de la histeria, de la gota, la hidropesía, de la lúes venérea, etc. Logró hacer descripciones geniales, pero otras fueron artificiosas como, por ejemplo, la febris variolosa, la febris dysenterica sine dysenteria, etc. En la obra de Sydenham no debe buscarse, sin embargo, una "patología especial" ordenada sistemáticamente.
En cuanto a la terapéutica, Sydenham aspiraba a encontrar una medicación específica capaz de obrar de forma rápida lo que la naturaleza hace lentamente y sujeta a errores. En su distinción entre enfermedades agudas y crónicas, pensaba que en las primeras el médico tenía que eliminar de forma rápida y certera la causa borbi; en las crónicas, destruyendo la enfermedad en su especie, conforme al plan de Paracelso. Pero en esa época prácticamente sólo se conocía la quina como específico; ni siquiera se consideraba como tal al mercurio contra la sífilis. Prefirió el uso de las plantas frente al de minerales, de acción más específica aunque menos radical que estos. Su "botiquín" fue sencillo: hierro y quina como roborantres; antimonio, mercurio y jalapa como evacuantes; opio en forma de "láudano de Sydenham" y otros sedantes y narcóticos; y poco más.
La fama de Sydenham surgió tras su muerte y, sobre todo, gracias al holandés Hermann Boerhaave (1668-1738), profesor de Leyden que llegó a ser llamado "communis Europeae praeceptor". Él asoció el programa de Sydenham a la enseñanza junto a la cama del enfermo e insistió en la realización de las necropsias para buscar la lesión anatómica.
Aparte del epónimo "láudano de Sydenham", nos han quedado también la llamada "tos de Sydenham", (espasmo histérico de los músculos respiratorios) y la "corea de Sydenham" (enfermedad inflamatoriodegenerativa del sistema nervioso central que suele aparecer entre los seis y los quince años en niños con antecedentes reumáticos o cardíacos. Se manifiesta con un síndrome hipercinético o hipotónico caracterizado por movimientos desordenados, involuntarios arrítmicos, generalizados, algunas veces muy leves, y origina alteraciones psíquicas transitorias como la irritabilidad, inquietud, inestabilidad emocional, etc.Esta enfermedad tiene un pronóstico favorable y suele curar en poco tiempo).
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